Diario de un navegante, dirían algunos. Cuaderno de bitácora, dirían otros. Sea lo que sea, lo cierto es que hacer un viaje siempre conlleva dejar escritas unas líneas, por lo general al regreso, relatando las experiencias vividas en el mismo.
Esta semana pasada tuve ocasión de hacer un viaje fugaz sin planificación a Marruecos. El motivo por el momento me lo voy a reservar, pero en todo caso tuvo que ver con mi trabajo, temas de meteoritos y estrellas.
He pasado muchas noches en el desierto de Sáhara, tantas que ha logrado enamorarme de una forma tan profunda, que cuando viajo al desierto me siento como si fuera a mi propia casa. Y es que realmente el desierto tiene algo que llama en lo más profundo del alma. Quizás sea esa ancestral conexión con nuestros más remotos orígenes.
A pesar de no haber nada, solo arena, piedras, cielo y estrellas, hay algo más allá de lo que se puede explicar que inexorablemente nos llama a cuantos hemos escuchado, al menos una vez en la vida, su llamada.
El pasado jueves 15 de diciembre cogí un vuelo en Las Palmas con destino a Laayoune. Fue algo inesperado, y sin previo aviso. La cuestión es que unas horas antes tenía reservado el vuelo, y todo preparado sobre la marcha.
Salía mi avión a las 12.30 horas. Antes de una hora debía reunirme en el Aeropuerto Hassan I de la ciudad de El Aaiún, con mi buen amigo (mi hermano, a día de hoy) Hamid Maatallaa. Esto es un día en mi vida cualquiera, si estoy en Marruecos.
Llegaba el avión a dicha ciudad a los 40 minutos de haber salido de Las Palmas.
El tiempo en Laayoune es más o menos similar al de Canarias. También había buena temperatura, pero al caer la tarde se agradece algo de abrigo.
A las 13.30 me encontraba con Hamid. El chófer de su padre nos llevaría a la Residencia La Paz, donde me hospedaría aquella noche. Descargué la maleta, descansé brevemente, una ducha rápida, y en una hora volvía a reunirme con él para ir a comer a casa de un amigo.
Comenzaba una vez más mi andanza tras los meteoritos en la ciudad. Nos encontramos con un conocido que tenía un meteorito precioso, recién caído, y que vamos a estudiar en los próximos días. Amablemente me hicieron entrega de una muestra para enviarla al laboratorio.
Tras una comida de reyes, como ya es habitual (la bandeja de comida no cabía casi en la mesa) y abundante como pocas he visto, hablamos largamente sobre este tema que compartimos.
Acabada nuestra visita, tras un té, nos dirigimos a casa de Hamid, donde nuevamente vimos meteoritos, pudimos degustar unos deliciosos dátiles y pasteles de almendra caseros. Unos minutos de descanso y hacia las seis y media fuimos a reunimos con Amidán, otro amigo, gran persona y de agradable trato. Hacía casi dos años que no nos veíamos, y me agradó mucho verlo. Nuevamente estuvimos viendo decenas de meteoritos de su colección. Es extraordinario.
La tarde noche en Laayoune es tranquila. Es verdad que los occidentales tenemos relojes, pero en el desierto tienen todo el tiempo del mundo y más. Saben disfrutar de las pequeñas cosas que da la vida en cada momento. Nos encontramos con varios amigos más, Fnido, Mohamed Sbai, Naji... A todos nos une un elemento común; nuestro interés por los meteoritos.
La cena fue en casa de Hamid, Es increíble cómo se come en Marruecos. Confieso que no estoy acostumbrado a comer mucho. De hecho, soy de poco comer, y menos cenar... pero a mis hermanos del desierto no se les puede negar la comida. Es casi una ofensa. Así que con mi más absoluto agradecimiento por su hospitalidad, comimos aquel guiso de verduras, pollo, y frutas de postre, tan exquisito como abundante.
Pasé noche en la Residencia Hotel La Paz. A pesar de que las condiciones sanitarias del país hermano no son las mismas que las del mío, debo decir que es un país al que me gusta ir.
Laayoune es una ciudad muy grande, con una población de más de medio millón de habitantes. Una gran ciudad que a pesar de los años, sigue sumida en el mismo caos ordenado de siempre. El tráfico es un peligro constante, no hay normas, no hay direcciones obligatorias, no hay stops, no hay... seguridad vial. Pero a pesar del aparente desorden, todo se mueve en un orden particular del que participan y entienden tanto viandantes como conductores.
La mañana del viernes 16 desayuné con Hamid en el café de su hermano. Fuimos a ver la oficina de su padre e incluso hablamos de la posibilidad de abrir un laboratorio de meteoritos en Laayoune. No es mala idea, habida cuenta de las posibilidades y la falta de competencia absoluta.
Ahora no puedo dejar de pensar en eso... Quizás sea una buena idea retomar el proyecto inicial que tenía hace años. De todas formas sigue en marcha un proyecto que tenemos de abrir un laboratorio de meteoritos en Tarfaya. Que no es mala idea tenerlo en ambos sitios, dada la distancia que existe entre ambos puntos.
Salía mi avión de regreso a las Palmas a las 13.00 horas. Los viernes tengo que atender grupos para astronomía y tenía que regresar.
Una jornada en Marruecos puede ser agotadora, pero sin duda es reconfortante, máxime cuando se comparten inolvidables momentos con gente agradable. Viajar al desierto se ha convertido para mí en un regreso a una parte de mi hogar. Definitivamente creo que soy nómada. ciudadano de un lugar llamado mundo...
José García,
Director del Museo Canario de Meteoritos.