13 de julio de 2014 || J. García
Tras la caída de Murchison, y anteriormente de Allende, los científicos se preguntan... ¿Fueron las condritas carbonáceas las causantes de la vida en la Tierra? Investigaciones científicas determinan que tuvieron mucho que ver en ello.
Hasta hace relativamente poco tiempo, poco se conocía del proceso de formación de nuestro Sistema Solar. Los contínuos avances técnicos aplicados a las carreras espaciales han hecho posible determinar un modelo aceptable teóricamente sobre la formación de los sistemas solares y planetarios a partir de nebulosas presolares, cargadas de material de corte inorgánico... pero también orgánico...
Todo ello nos ha permitido ir sentando las bases, cada vez más sólidas, que explicarían que la vida en la Tierra tuvo mucho que ver con las lluvias de meteoritos que alcanzaron en sus orígenes la superficie del planeta, en reciente formación.
Hace más de 4500 millones de años, el espacio que hoy conocemos como sistema solar estaba ocupado exclusivamente por una masa de polvo informe, disgregado de la nebulosa galáctica. Según las teorías más aceptadas, la influencia de ondas grativacionales exteriores, hicieron que dicha nube comenzase un movimiento de giro sobre sí misma, que terminó en la concentración de material en su centro, y como consecuencia de diversos procesos físicos y químicos, nació el Sol. Había nacido una estrella nueva.
Ese sol pronto comenzó a emitir calor y radiación suficiente para hacer que el material de la nebulosa presolar fuera interactuando de muy diversas formas; fundiéndose y formando por acreción los oolitos que hoy conocemos como cóndrulos, siendo expulsado a las regiones más remotas por acción de los vientos solares, acrecionando alrededor de los cóndrulos y formando los asteroides primitivos...
La nebulosa presolar era un enjambre de materiales de muy diversa naturaleza, la riqueza química de la nébula era tan extraordinaria, que gracias a eso hoy nos ha permitido concretar las regiones del sistema solar de las que proceden los meteoritos que llegan a la Tierra.
En esta composición química tan extensa y rica tuvo mucho que ver la acción de la radiación, tanto la solar, como la que llegaba del espacio exterior, que modificaría drásticamente muchas moléculas, para dar origen a otras moléculas nuevas de nuevos compuestos.
Todos los elementos químicos conocidos hasta el presente (y que son comunes en todas las regiones del espacio conocidas) muestran sus propias características; puntos de fusión, configuración electrónica, masa atómica, etc... En virtud de estas características pueden producirse asociaciones que conocemos como enlaces químicos, y que son el origen de las moléculas, los nuevos compuestos originados a partir de la interacción de unos elementos con otros.
Dada la diversidad y la riqueza de la química nebular, los materiales que debieron formarse en el espacio del sistema solar, debió de ser extraordinaria... efectivamente lo es.
El proceso siguió su curso, los planetas, los satélites, los asteroides mayores y menores se fueron acrecionando, el sistema solar se fue estabilizando...
Hace unos 4000 millones de años, Júpiter y Saturno orbitaron en resonancia 2:1. Este fenómeno explicaba el hecho de que mientras Saturno daba una vuelta alrededor del Sol, Júpiter completaba dos órbitas. Las inflencias de las mareas grativacionales en los demás cuerpos del sistema solar tuvieron una repercusión tan drástica, que muchos de los materiales orbitales del Cinturón principal de Asteroides se vieron afectados de forma intensa.
Abandonaron sus órbitas, produciéndose colisiones espectaculares, que eyectaron al resto del sistema solar una cantidad tan extraordinaria de cuerpos y fragmentos que los planetas y satélites fueron literalmente bombardeados durante varios millones de años. Este fenómeno, datado de hace unos 3.800 millones de años, se conoce como el "bombardeo tardío".
Aún hoy podemos ver las cicatrices de ese bombardeo; la cuenca borealis de Marte, y los millones de cráteres que, por ausencia de atmósfera, aún perduran en la Luna, y que abrieron profundísimas brechas que se llenaron del magma surgido del interior del satélite, y que hoy vemos como manchas oscuras de terrenos basálticos en los "mares" lunares.
En la actualidad, las modernas investigaciones científicas nos han permitido censar y conocer la composición superficial de muchos de los asteroides que cohabitan el sistema solar con el resto de planetas, y gracias a eso hemos podido conocer que casi el 75% de los asteroides son de tipo carbonáceo. Son asteroides oscuros, de tenacidad frágil, su composición es materia dispersa, de grano fino, que compacta una cantidad de cóndrulos y material refractario variable y que ha sido poco afectado por las radiaciones solares, lo que ha permitido que en su composición se mantengan elementos volátiles y agua.
En cambio, y por contradicción, las condritas carbonáceas procedentes de estos asteroides progenitores, apenas alcanzan el 1% de los meteoritos que llegan a la Tierra. Posiblemente esto sea debido a la fragilidad de estas rocas, que sufren con mayor grado la abrasión de la atmósfera en su fase de caída, y por consiguiente, su desintegración más fácil. Este mismo motivo quizás sea la causa por la que su desintegración por acción de los agentes atmosféricos sea más rápida y por consiguiente, se recuperen menos meteoritos de este tipo.
Curiosamente las composiciones químicas de estas rocas manifiestan la existencia de una gran cantidad de compuestos orgánicos y son muy similares entre las condritas carbonáceas, el material orgánico procedente de muestras primitivas, el polvo interplanetario, y los micrometeoritos recogidos en la Antártida, por ejemplo.
Todo esto sugiere un origen común de dicha materia, y posiblemente procedente del medio interestelar.
A pesar de ello, esta composición de compuestos orgánicos manifiesta una gran diversidad en cuanto a concentración. Entre unas muestras y otras puede haber hasta un 90% de diferencia cuantitativa de dichos elementos. Lo mismo ocurre para la existencia de los ácidos monocarboxílicos, y que vienen a ser las unidades metabólicas esenciales en la biosíntesis química.
A todo esto cabe una explicación; La existencia de agua (generalmente en forma de hielo) y/o de minerales formados como resultado de la reacción de agua en otros anteriores (sobre todo del tipo arcilloso) hace posible la explicación de la multiplicidad de aminoácidos encontrados en estas condritas, lo cual apoyaría la teoría de una fuente común a todos ellos.
La pregunta que queda en el aire sería; ¿tuvo que ver algo el bombardeo de condritas carbonáceas en la Tierra con la formación de la vida?
Es plausible la idea de que el agua en la Tierra se concentrara debido al impacto de grandes cometas (recordemos que la composición básica de los cometas es hielo y material de orden carbonáceo con gran cantidad de material orgánico), lo que podría explicar tanto la existencia del agua, como la formación de la vida en la sopa primitiva, en los mares primitivos.
Después de todo, el hecho de que existan rocas que contienen aminoácidos, que son los bloques de construcción directos de las proteínas que dan origen al ADN y por lo tanto a la Vida, y que estos aminoácidos sean en ocasiones estructuralmente complejos, tales como la glicina o la alanina, explicaría perfectamente por qué se formaron las primeras formas de vida en la Tierra, que de una forma involutiva (retrocediendo en el proceso) nos faltaría tiempo cronológico para completar el proceso de formación de dicha vida, desde cero...
CARBONÁCEAS CK5
El pasado año 2013, fue comprada en Marruecos una roca oscura, que presentaba una corteza de fusión muy particular y poco conocida. Todo parecía indicar que se trataba de una condrita carbonácea, como tantas otras. Pesaba 380 gramos y no habían más ejemplares.
La sorpresa vino después, cuando fue estudiada en el laboratorio. Al cortar la roca, los científicos pudieron observar una estructura muy particular. Quisiera que echaran un vistazo a esta fotografía;
El ejemplar en cuestión manifestaba un contenido de hasta el 45% en cóndrulos con un diámetro medio de hasta 1 milímetro, y en su matriz, de polvo fino disperso, el metal no se encuentra de forma libre, sino asociado en forma de sulfuros con elementos del grupo del platino, teleruros y arseniuros. Una parte de este hierro también se encuentra en forma de magnetita.
Pertenecía al grupo de Carbonáceas Karoonda (CK), que son las únicas carbonáceas que han experimentado un grado de metamorfismo térmico bastante acusado, en el caso de este ejemplar, de hasta 750 ºC.
A pesar del profundo oscurecimiento de la matriz, el grado de choque manifestado en el ejemplar no superaba S2.
Cuando pude obtener una muestra de este meteorito, lo primero que llamó mi atención fue la belleza de los cóndrulos. Les dejo a continuación algunas imágenes que pude fotografiar a través del microscopio de este ejemplar.
Tras la caída de Murchison, y anteriormente de Allende, los científicos se preguntan... ¿Fueron las condritas carbonáceas las causantes de la vida en la Tierra? Investigaciones científicas determinan que tuvieron mucho que ver en ello.
Hasta hace relativamente poco tiempo, poco se conocía del proceso de formación de nuestro Sistema Solar. Los contínuos avances técnicos aplicados a las carreras espaciales han hecho posible determinar un modelo aceptable teóricamente sobre la formación de los sistemas solares y planetarios a partir de nebulosas presolares, cargadas de material de corte inorgánico... pero también orgánico...
Todo ello nos ha permitido ir sentando las bases, cada vez más sólidas, que explicarían que la vida en la Tierra tuvo mucho que ver con las lluvias de meteoritos que alcanzaron en sus orígenes la superficie del planeta, en reciente formación.
Hace más de 4500 millones de años, el espacio que hoy conocemos como sistema solar estaba ocupado exclusivamente por una masa de polvo informe, disgregado de la nebulosa galáctica. Según las teorías más aceptadas, la influencia de ondas grativacionales exteriores, hicieron que dicha nube comenzase un movimiento de giro sobre sí misma, que terminó en la concentración de material en su centro, y como consecuencia de diversos procesos físicos y químicos, nació el Sol. Había nacido una estrella nueva.
Ese sol pronto comenzó a emitir calor y radiación suficiente para hacer que el material de la nebulosa presolar fuera interactuando de muy diversas formas; fundiéndose y formando por acreción los oolitos que hoy conocemos como cóndrulos, siendo expulsado a las regiones más remotas por acción de los vientos solares, acrecionando alrededor de los cóndrulos y formando los asteroides primitivos...
La nebulosa presolar era un enjambre de materiales de muy diversa naturaleza, la riqueza química de la nébula era tan extraordinaria, que gracias a eso hoy nos ha permitido concretar las regiones del sistema solar de las que proceden los meteoritos que llegan a la Tierra.
En esta composición química tan extensa y rica tuvo mucho que ver la acción de la radiación, tanto la solar, como la que llegaba del espacio exterior, que modificaría drásticamente muchas moléculas, para dar origen a otras moléculas nuevas de nuevos compuestos.
Todos los elementos químicos conocidos hasta el presente (y que son comunes en todas las regiones del espacio conocidas) muestran sus propias características; puntos de fusión, configuración electrónica, masa atómica, etc... En virtud de estas características pueden producirse asociaciones que conocemos como enlaces químicos, y que son el origen de las moléculas, los nuevos compuestos originados a partir de la interacción de unos elementos con otros.
Dada la diversidad y la riqueza de la química nebular, los materiales que debieron formarse en el espacio del sistema solar, debió de ser extraordinaria... efectivamente lo es.
El proceso siguió su curso, los planetas, los satélites, los asteroides mayores y menores se fueron acrecionando, el sistema solar se fue estabilizando...
Hace unos 4000 millones de años, Júpiter y Saturno orbitaron en resonancia 2:1. Este fenómeno explicaba el hecho de que mientras Saturno daba una vuelta alrededor del Sol, Júpiter completaba dos órbitas. Las inflencias de las mareas grativacionales en los demás cuerpos del sistema solar tuvieron una repercusión tan drástica, que muchos de los materiales orbitales del Cinturón principal de Asteroides se vieron afectados de forma intensa.
Abandonaron sus órbitas, produciéndose colisiones espectaculares, que eyectaron al resto del sistema solar una cantidad tan extraordinaria de cuerpos y fragmentos que los planetas y satélites fueron literalmente bombardeados durante varios millones de años. Este fenómeno, datado de hace unos 3.800 millones de años, se conoce como el "bombardeo tardío".
Aún hoy podemos ver las cicatrices de ese bombardeo; la cuenca borealis de Marte, y los millones de cráteres que, por ausencia de atmósfera, aún perduran en la Luna, y que abrieron profundísimas brechas que se llenaron del magma surgido del interior del satélite, y que hoy vemos como manchas oscuras de terrenos basálticos en los "mares" lunares.
En la actualidad, las modernas investigaciones científicas nos han permitido censar y conocer la composición superficial de muchos de los asteroides que cohabitan el sistema solar con el resto de planetas, y gracias a eso hemos podido conocer que casi el 75% de los asteroides son de tipo carbonáceo. Son asteroides oscuros, de tenacidad frágil, su composición es materia dispersa, de grano fino, que compacta una cantidad de cóndrulos y material refractario variable y que ha sido poco afectado por las radiaciones solares, lo que ha permitido que en su composición se mantengan elementos volátiles y agua.
En cambio, y por contradicción, las condritas carbonáceas procedentes de estos asteroides progenitores, apenas alcanzan el 1% de los meteoritos que llegan a la Tierra. Posiblemente esto sea debido a la fragilidad de estas rocas, que sufren con mayor grado la abrasión de la atmósfera en su fase de caída, y por consiguiente, su desintegración más fácil. Este mismo motivo quizás sea la causa por la que su desintegración por acción de los agentes atmosféricos sea más rápida y por consiguiente, se recuperen menos meteoritos de este tipo.
Curiosamente las composiciones químicas de estas rocas manifiestan la existencia de una gran cantidad de compuestos orgánicos y son muy similares entre las condritas carbonáceas, el material orgánico procedente de muestras primitivas, el polvo interplanetario, y los micrometeoritos recogidos en la Antártida, por ejemplo.
Todo esto sugiere un origen común de dicha materia, y posiblemente procedente del medio interestelar.
A pesar de ello, esta composición de compuestos orgánicos manifiesta una gran diversidad en cuanto a concentración. Entre unas muestras y otras puede haber hasta un 90% de diferencia cuantitativa de dichos elementos. Lo mismo ocurre para la existencia de los ácidos monocarboxílicos, y que vienen a ser las unidades metabólicas esenciales en la biosíntesis química.
A todo esto cabe una explicación; La existencia de agua (generalmente en forma de hielo) y/o de minerales formados como resultado de la reacción de agua en otros anteriores (sobre todo del tipo arcilloso) hace posible la explicación de la multiplicidad de aminoácidos encontrados en estas condritas, lo cual apoyaría la teoría de una fuente común a todos ellos.
La pregunta que queda en el aire sería; ¿tuvo que ver algo el bombardeo de condritas carbonáceas en la Tierra con la formación de la vida?
Es plausible la idea de que el agua en la Tierra se concentrara debido al impacto de grandes cometas (recordemos que la composición básica de los cometas es hielo y material de orden carbonáceo con gran cantidad de material orgánico), lo que podría explicar tanto la existencia del agua, como la formación de la vida en la sopa primitiva, en los mares primitivos.
Después de todo, el hecho de que existan rocas que contienen aminoácidos, que son los bloques de construcción directos de las proteínas que dan origen al ADN y por lo tanto a la Vida, y que estos aminoácidos sean en ocasiones estructuralmente complejos, tales como la glicina o la alanina, explicaría perfectamente por qué se formaron las primeras formas de vida en la Tierra, que de una forma involutiva (retrocediendo en el proceso) nos faltaría tiempo cronológico para completar el proceso de formación de dicha vida, desde cero...
Cóndrulos y CAIs del meteorito Allende. Colección VESTIGIOS DEL UNIVERSO.
Es importante no olvidar que curiosamente la frase aquella de "somos polvo de estrellas" (stella pulvi sumus) podría tener algo de cierto, si tenemos en cuenta que las composiciones químicas medidas en estas rocas portadoras de materia orgánica, vienen a ser muy similares a las medidas en la fotosfera del Sol... No debemos olvidar, no obstante, que todo lo que hay en el Sistema Solar, procede de la misma nebulosa protosolar, y por lo tanto, estamos hechos del mismo material que las estrellas.
El pasado año 2013, fue comprada en Marruecos una roca oscura, que presentaba una corteza de fusión muy particular y poco conocida. Todo parecía indicar que se trataba de una condrita carbonácea, como tantas otras. Pesaba 380 gramos y no habían más ejemplares.
La sorpresa vino después, cuando fue estudiada en el laboratorio. Al cortar la roca, los científicos pudieron observar una estructura muy particular. Quisiera que echaran un vistazo a esta fotografía;
El ejemplar en cuestión manifestaba un contenido de hasta el 45% en cóndrulos con un diámetro medio de hasta 1 milímetro, y en su matriz, de polvo fino disperso, el metal no se encuentra de forma libre, sino asociado en forma de sulfuros con elementos del grupo del platino, teleruros y arseniuros. Una parte de este hierro también se encuentra en forma de magnetita.
Pertenecía al grupo de Carbonáceas Karoonda (CK), que son las únicas carbonáceas que han experimentado un grado de metamorfismo térmico bastante acusado, en el caso de este ejemplar, de hasta 750 ºC.
A pesar del profundo oscurecimiento de la matriz, el grado de choque manifestado en el ejemplar no superaba S2.
Cuando pude obtener una muestra de este meteorito, lo primero que llamó mi atención fue la belleza de los cóndrulos. Les dejo a continuación algunas imágenes que pude fotografiar a través del microscopio de este ejemplar.
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