J. García
Cuando decidí acometer la redacción de este artículo, me vi
en la necesidad inevitable de tener que beber de fuentes más versadas que yo,
ya que en los últimos años las investigaciones que se han hecho sobre los
cometas nos han dejado de manifiesto una estructura, composición y
características muy diferentes a las que creíamos que poseían.
Desde la más remota antigüedad, los cometas fueron vistos
como señales en el cielo, fuertes, sólidas, mensajeros de Dios sabe qué
augurios, que han cautivado la fascinación de todas las generaciones que
presenciaron el paso de estos grandes mensajeros.
Pero la robustez y fuerza de estos cuerpos se ha visto
relegada a la calificación de, tal vez, los cuerpos más frágiles que orbitan en
nuestro sistema solar.
Estas características han quedado de manifiesto ante el
éxito de grandes misiones espaciales, tales como la Deep Impact, o la Stardust,
entre otras, cuyo objetivo era interceptar un cometa y estudiarlo. Gracias a
estas misiones, y a las interminables jornadas de laboratorio posteriores hemos
podido saber que los cometas son frágiles agregados de hielo y polvo mineral de
medidas micrométricas conformados por una sucesión de porciones de capa sobre
un núcleo cometario de igual naturaleza.
Eyecta producida por el Cometa TEMPEL 1 en el momento del impacto del proyectil
en la Misión DEEP IMPACT.
Este agregado de bloques, acrecionados a baja velocidad y
por consiguiente, de frágil estructura, está cimentado por hielo. Sencillamente
hielo. Hielo que al contacto con la radiación solar se sublima y se produce la
fractura de estos cuerpos.
Hemos hablado de “bloques”, que en ocasiones llegan a
alcanzar masas de varios miles de toneladas, y en cuya composición se han
medido no solo hielo, sino partículas minerales y sustancias orgánicas. Son inmensas masas de nieve sucia, fiel
reflejo de la naturaleza de aquellas regiones de las que proceden, donde los
hielos no subliman, se conservan mezclados con el polvo interestelar de las
nebulosas, en las gélidas regiones exteriores.
Las teorías más aceptadas en la actualidad dicen que cuando
los cometesimales (estructuras cometarias de pequeño tamaño) van conformando
grandes cuerpos, y que estos son afectados por la marea gravitatoria de otros
cuerpos, desvían sus rutas para establecer órbitas heliocéntricas, parabólicas e hiperbólicas en ocasiones, de mayor o menor período, dependiendo de su situación, en las que
harán perihelio a cercanas distancias del Sol. Podrán establecer órbitas periódicas estables, se estrellarán en el mismo, o simplemente, saldrán despedidos al espacio exterior... para no volver jamás...
En este viaje hacia el Sol es donde ocurre la revelación del lado más
bello de los cometas. Caen a velocidades
varias veces mayores que las que alcanzan los planetas y asteroides alrededor
de la Estrella central, y cuando se están acercando a la misma, a una distancia de la órbita de Júpiter,
la radiación solar es lo suficientemente intensa como para hacer que los hielos
de su composición se sublimen, produciendo la coma y la cola del cometa.
Una cola que está conformada por el gas generado y el
desprendimiento de las partículas minerales que tiene lugar tras la
sublimación, y que en ocasiones alcanza a tener varios cientos de
millones de kilómetros de distancia. Así, podemos contemplar largas colas
blanquecinas de polvo mineral junto a otra cola iónica de gas cargado
eléctricamente. El paso del Cometa Hale Bopp en 1997 reveló que además de la cola iónica (siempre opuesta a la luz solar) y la cola de polvo (Que se curva más o menos por la órbita del cometa), poseía una tercera cola de gas de Sodio.
Muchos de estos cometas sucumbirán contra el Sol. Otros girarán en perihelio y serán lanzados
de nuevo a las regiones de procedencia, si en ese viaje no impactan contra otro
cuerpo, donde alcanzarán el afelio y retornarán de nuevo en su órbita alrededor
del Sol. Otros, sencillamente, no
volverán nunca más.
El hecho de que su composición sea nieve, los convierte en
los objetos más frágiles que orbitan al sol.
Los minerales más blandos de la Tierra superan en dos o tres veces la
magnitud de dureza comparados con la de los cometas, lo que nos hace una idea
de que, si tuviéramos ocasión de tocar un cometa, podríamos arrancar un pedazo
con las manos.
La vida de un cometa dependerá de varios factores, y debido
a su composición, sus órbitas y su comportamiento variará mucho. Son cuerpos
inestables, y eso, unido a la velocidad que alcanzan, es lo que realmente los
convierte en peligrosos, si atraviesan la órbita de nuestro planeta.
Con notable frecuencia los cometas se fragmentan. Esto es debido a que la desaparición de los
hielos que consolidan su cuerpo hace que los bloques de que se construyen se
suelten. Otro factor sugerido también
como causa de esta fragmentación es la afectación que las mareas
gravitacionales que otros planetas ejercen sobre los bloques constitutivos del
cuerpo cometario, lo que provocaría una debilidad estructural y por
consiguiente, una fragmentación del mismo.
Imagen obtenida por el Telescopio Espacial HUBBLE del momento de fragmentación
de un cometa. Podemos apreciar el rastro de "escombros" dejado.
Esta delicada estructura llegó a quedar de manifiesto cuando
la sonda Deep Impact hizo colisionar un proyectil contra el cometa Tempel 1 el
día 4 de julio de 2005. Aquel impacto
desató una luminosidad creciente en el cuerpo del cometa, registrada en la
secuencia fotográfica siguiente, y que dejó visible la estructura del cometa.
Que estos grandes cuerpos procedan de la región de Oort, a
cientos de unidades astronómicas de distancia del Sol, nos deja en evidencia la
naturaleza de aquellas regiones, gélidas y silenciosas, fantasmagóricas regiones
donde la acreción de los hielos en cuerpos se realiza a reducidas velocidades,
plagadas de cristales de hielo amorfo y nubes de polvo mineral y orgánico. Tal vez esto nos podría ayudar a hacernos una
idea de que en el Universo la materia orgánica está muy presente, y que no es
ningún milagro que la vida se haya desarrollado en la Tierra. Tal vez esto nos ayude a hacernos una idea de
que es más que probable de que en otras regiones del Universo, otras formas de
vida se hayan desarrollado también, y estén en continua evolución.
Mientras averiguamos esto, nos seguiremos deleitando con el
paso de los cometas, portadores de la muerte si en su carrera impactaran contra
nuestro planeta, pero que es más que probable que en un pasado fueran los
portadores del agua y de la vida.
De sobre este interesante tema ofreceré en fechas próximas
una Conferencia titulada “Cometas, mensajeros de Oort” que daré en la Isla de
Gran Canaria, para todos aquellos que deseen asistir, podrán hacer la reserva
de asistencia a nuestro correo electrónico meteoritoscanarias@gmail.com
En próximas fechas informaremos de estas actividades.
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